— El gato. — susurró. Me estaba mintiendo. Otra vez. Era su vía de escape para salir por unos momentos de este infierno llamado "vida", y yo le entendía. Pero no quería que siguiera así.
— Sé perfectamente que no, Alice.— mi voz sonaba amenazante, y preocupada al mismo tiempo. Se notaba que le quería. Y se notaba que ella también me quería. Cogí un rotulador y encima de sus cortes, comencé a dibujar una mariposa.
— ¿Qué haces? — me preguntó, extrañada.
— Cada vez que te cortes una mariposa como &e